martes, 6 de mayo de 2008

Cárcel para quien dé dinero a los mendigos

*El nuevo gobernador de Yakarta (Indonesia) ha prohibido la limosna.

*Penas de hasta dos meses de cárcel y multas de más de 2.000 dólares.

El nuevo gobernador de Yakarta, Sutiyoso, ha prohibido que se dé dinero a los mendigos bajo penas de hasta dos meses de cárcel y multas de más de 2.000 dólares, informaron hoy los medios locales.

*Más prohibiciones

Además ha proscrito comprar a los vendedores ambulantes, distribuir propaganda y vivir en espacios públicos, como debajo de los puentes, unas normas que Sutiyoso sostiene servirán para "poner orden", según publica el diario 'The Jakarta Post'.

La regulación tiene lugar poco antes del comienzo del mes santo de Ramadán, en el que la generosidad de los musulmanes aumenta pues la limosna es uno de los cinco pilares del Islam, junto con la profesión de fe, el ayuno, la oración y la peregrinación a La Meca.

El gobernador de la capital de Indonesia también espera un comportamiento civilizado de los ciudadanos, por lo que ha prohibido arrojar basura al suelo, pegar chicles en los bancos, fumar en el transporte público o los fuegos artificiales.

Las multas de más de 2.000 dólares por colaborar con la mendicidad, una cantidad muy elevada en un país donde el salario mínimo es inferior a los cien dólares mensuales, pueden aumentar hasta más de 5.000 dólares para quienes obligan a niños o adultos a pedir en las calles.

*'Trucos' para ayudar

Durante el Ramadán, un tiempo de "compartir" para los musulmanes, los que quieran dar dinero a los más necesitados tendrán que recurrir a otros mecanismos.

Varias iniciativas privadas intentan hacer de intermediarios, como los supermercados Hero e Hypermat, que aceptarán en sus mostradores donaciones que luego repartirán entre las comunidades pobres de la capital.

Las ONG calculan que un tercio de los nueve millones de habitantes de Yakarta vive sumido en la pobreza.

Acabar con la mendicidad infantil a través de guarderías y talleres

La ciudad de Córdoba tiene intención de acabar con la mendicidad infantil y para ello acaba de activar un plan que ya fue utilizado el año pasado. Se trata de recoger a los niños que se encuentren mendigando en la ciudad y posteriormente remitirlos a un aula infantil.

Para esta labor, la Unidad de Intervención Social de Calle de la ciudad cuenta con distintas ayudas, como educadores, traductores o monitores que se encargarán de buscar meticulosamente por la ciudad a los niños que se encuentren mendigando, remitiéndolos después al aula que hemos mencionado. Tras este paso, el niño entrará en la red de guarderías públicas de la provincia de Córdoba. El año pasado se consiguió librar de la mendicidad a un total de 28 niños, un hecho loable sin duda.

Este tema nos hace pensar en cómo algunas redes mafiosas utilizan a los niños para mendigar y obtener beneficios o padres desaprensivos que los utilizan con el mismo fin. Pensamos que prácticamente todos los niños mendigos son producto de la falta de escrúpulos de los adultos, al menos en nuestro país.

Jóvenes, nuevo perfil de personas sin hogar

En los períodos 2004 y 2005 se llevó a cabo un estudio descriptivo de los usuarios del centro de Acogida e Inserción de Alicante, dónde se observa un incremento de la población en el intervalo del año 2003 al 2005 de la gente con edades comprendidas entre 18 y 30 años.

Durante el año 2004, 1686 personas hicieron uso de algún programa del centro, el 22.5% de la población era menor de 30 Años de edad. Durante el año 2005 esta cifra se eleva tanto en el número de personas atendidas (1816 individuos) como la cifra de jóvenes menores de 30 años, que asciende al 29.42%, de estos datos se observaron que prevalecía el hombre sobre la mujer con una diferencia de un 50%.

En las entrevistas de corte sanitario que se llevaron a cabo se pudo observar los siguientes problemas:
*Conductas adictivas.
*Salud Mental.
*Inmigración.
*Estilos de vida.
*Familias desestructuradas.
*Usuario sin redes de apoyo.

De una población de 347 personas entrevistadas en consulta de enfermería el 45.14% declaró tener problemas de conducta adictiva, siendo el 42.96% de esa población policonsumidora (consumo combinado de cocaina, opiáceos, benzodiazepinas, cannabis y/o alcohol).

El 15.75% de los entrevistados tenía algún problema de salud mental diagnosticado.

Sólo el 12.63% solicitó expresamente ayuda para cambiar estilos de vida.

El perfil de las personas sin hogar

Según datos de diciembre de 2005 del Instituto Nacional de Estadística español, el 82,7% de las personas sin hogar son varones. La edad media de este colectivo es de 37,9 años y sus ingresos medios son de 302 euros al mes.
Además:
*Toda de esta población tiene hijos (46%), aunque sólo una décima parte vive con ellos.
*El 30% de las personas sin hogar es abstemia y nunca ha consumido drogas.
*El 37,5% lleva más de tres años sin alojamiento propio.
*La mitad de la población sin hogar busca trabajo.
*El 51,8 % son españoles y el 48,2 % extranjeros
*Los extranjeros sin hogar llevan, de media, tres años y siete meses en España y un año y once meses en la comunidad autónoma donde se les ha localizado.

CAUSAS DE LA MENDICIDAD

Se suele incidir en que las razones por las que estas personas se encuentran en esta situación son rupturas de lazos de tres tipos:
Ruptura de lazos familiares y personales. No tienen una relación habitual o no mantienen ya ningún contacto con su familia directa e indirecta. Puede deberse a la muerte de uno o varios miembros, a una pelea familiar, a la distancia que les separa, a una adicción, a una enfermedad o trastorno físico o mental, etcétera.
Ruptura de lazos laborales. Las personas sin hogar no tienen empleo o no tienen un empleo fijo que les proporcione ingresos estables. Aunque, probablemente, lo tuvieron. Se calcula que un 10% de estas personas tiene incluso estudios universitarios.
Ruptura de lazos sociales. La persona sin hogar (antes o después de serlo) puede perder sus amigos o puede tener dificultades institucionales (problemas judiciales o con la policía). Puede ser un proceso gradual o una ruptura brusca porque sus amigos le den la espalda al no aceptar su indigna situación.

En psicología suele denominarse a estos acontecimientos "sucesos vitales estresantes". Se trata de rupturas que pueden y suelen caracterizarse por tres rasgos:
Son encadenadas, es decir, una ruptura puede conducir a otra. Por ejemplo, la pérdida del trabajo puede provocar que la persona pierda los lazos familiares o, a la inversa, una fuerte ruptura familiar (por una muerte, una pelea, un maltrato, una adicción) le lleva a la persona a perder también el trabajo por no poder realizarlo correctamente debido a sufrir una profunda depresión.
Son traumáticas. Provocan un alto sufrimiento psicológico en la persona, de manera que su voluntad puede verse de tal manera debilitada que no encuentra motivación para volver a rehacer sus lazos y llevar una vida digna. Además, la vida en la calle suele agravar aún más esta apatía.
Son bruscas. Puede que la persona haya vivido varios grandes traumas encadenados y alejados en el tiempo durante su vida, pero probablemente uno de ellos le lleva directamente a la calle. Es decir, vivir en la calle no es algo meditado, sino una solución precipitada para alejarse del dolor o la única opción tras ser expulsada de su lugar de residencia habitual.

Vivir debajo del umbral de la pobreza


Cáritas revela en un estudio que el desarrollo económico de la sociedad española ha aumentado, sin que se reduzca la vulnerabilidad de la infancia nacida en núcleos pobres

El secretario general de Cáritas Española , Silverio Agea, reclama la puesta en marcha de un sistema de protección familiar mucho más amplio en nuestro país para poder combatir la elevada tasa de incidencia de los niveles de pobreza que se dan entre la población infantil. De acuerdo con los datos recogidos en el informe "Familia, Infancia y Privación Social. Estudio de las situaciones de pobreza en España", impulsado por la Fundación FOESSA y Cáritas Española, uno de cuatro niños españoles viven por debajo del umbral de la pobreza, lo que supone que alrededor de 1,8 millones de niños viven en familias cuya renta mensual está por debajo de este umbral.

Junto a Silverio Agea, en la presentación de estudio participaron el responsable del Area de Estudios de Cáritas Española, Víctor Renes, y los autores de la investigación: Luis Ayala y Rosa Martínez, profesores de Economía Aplicada de la Universidad Rey Juan Carlos, y Mercedes Sastre, profesora de la misma disciplina en la Universidad Complutense de Madrid.

Algunas de las conclusiones de la investigación señaladas por Luís Ayala, profesor de Economía Aplicada de la Universidad Rey Juan Carlos y coautor de esta investigación, confirman que los altos niveles de crecimiento económico registrados en los últimos años, tanto en el conjunto de la UE como en el caso específico de España, no han bastado para reducir sustancialmente las condiciones de vulnerabilidad y riesgo social de los niños pertenecientes a núcleos familiares pobres. En el caso de nuestro país llama la atención que pese a ser uno de los países del mundo desarrollado donde la incidencia de la pobreza infantil es más elevada, no se han diseñado programas específicos para rebajar su alcance ni se le ha dado a la lucha contra la pobreza y la exclusión social de los niños un lugar preeminente entre las prioridades de la intervención pública. Como paradigma de la lucha contra la pobreza infantil en Europa, destaca el caso del Reino Unido, donde la decidida política de protección familiar impulsada en la última década se ha traducido en una mejora notable de las condiciones de vida de la población infantil que estaba bajo el umbral de la pobreza.

Las estimaciones del estudio de Cáritas ponen de manifiesto que la tasa de pobreza infantil en España es mayor que la de la media de la población.

La tasa de pobreza infantil en España es mayor que la de la media de la población

Esta realidad es especialmente acusada en el caso de la pobreza extrema, que afecta mucho más que proporcionalmente a los niños y que corrobora que los menores no han sido los más beneficiados del ciclo expansivo vigente desde mediados de la década de los noventa.

Los principales factores que fomentan esta situación de vulnerabilidad de la infancia tiene que ver, sobre todo, con la fluctuación de la estabilidad laboral y de los salarios de los sustentadores de la familia y con el sistema de prestaciones sociales, cuyo actual modelo concede una menor protección relativa a la infancia que al resto de la población.


Casi uno de cada diez ha experimentado simultáneamente pobreza y privación persistentes, elevándose notablemente este porcentaje en el caso de niños que pertenecen a hogares de elevada dimensión o a familias monoparentales. El hecho, por tanto, de que las situaciones de pobreza y privación persistentes afecten de forma desproporcionada a las familias con niños en España permite subrayar la necesidad de políticas específicas de apoyo a los hogares con menores a su cargo, especialmente si se trata de familias numerosas o con un solo adulto al frente.

La infancia en nuestro país presenta, además, no sólo un mayor riesgo de pobreza que otros grupos de población, sino, también, una mayor cronificación de ésta y una probabilidad más elevada de encontrarse en esa situación en algún momento del tiempo. A diferencia de lo que sucede para la población total, cuando se comparan las cifras con las de la UE-15, la mayor extensión de la pobreza infantil en España se acompaña de una mayor duración en el tiempo. Son mayores, por tanto, las probabilidades de que el mantenimiento de altos niveles de precariedad en la infancia, más prolongados que en otros grupos, se traduzcan en dificultades sociales cuando los niños actuales se conviertan en adultos.

¿Qué es el umbral de la pobreza?

Según el INE, la línea de pobreza o umbral de pobreza se fija en el 60% de la media de la distribución de los ingresos por unidad de consumo adjudicados a las personas. En España, el valor del umbral de pobreza es de 6.278,7 euros al año. Los principales factores que fomentan esta situación de vulnerabilidad de la infancia ?tienen que ver, sobre todo, con la fluctuación de estabilidad laboral de los sustentadores de la familia y con el sistema de prestaciones sociales, cuyo actual concede una menor protección relativa a la infancia que al resto de la población?, señala la organización.

Datos alarmantes

Según el secretario general de Cáritas Española, Silverio Agea, el hecho de que estos resultados se hayan mantenido en un contexto general favorable para la mejora de las condiciones de los hogares con niños lleva a insistir en ?la necesidad de dotar de una intensidad protectora mucho mayor a la red de servicios y prestaciones destinadas a mejorar el bienestar de la infancia?.

  • Uno de cada cinco residentes en España vive por debajo del umbral de la pobreza
  • La tasa de pobreza es mayor en el caso de las mujeres (20,9%) que en el de los hombres (18,6%)
  • Los grupos más afectados por la pobreza relativa son las personas de 65 o más años (con una tasa del 29,4%) y los menores de 16 años (cuya tasa es del 24,2%), según la Encuesta de Condiciones de Vida 2005 del Instituto Nacional de Estadística (INE).



Un techo por derecho


Según Cáritas, en España hay cerca de 30.000 personas sin techo

La celebración del día de los “sin techo”, el domingo 21, nos proporciona una buena ocasión para reflexionar sobre la grave situación por la que atraviesa un gran número de personas, a pesar de su condición de ciudadanos de pleno derecho de un país económicamente desarrollado como es el nuestro. Una persona sin techo es aquella que carece y no tiene acceso a un alojamiento digno, estable y adecuado a su situación. Según esta definición, las personas a las que nos referimos no quedan reducidas solamente a los que viven literalmente en la calle, alternando con albergues nocturnos (“sin techo”), y a aquellas otras que están sin casa porque, por diversas circunstancias, se ven forzados a vivir en instituciones, centros de acogida o refugio, pisos tutelados, etc. Las cerca de 30.000 personas que, según el último estudio de Cáritas, se encuentran en esta situación en España, son solamente la punta de un iceberg sumergido de dimensiones bastante mayores.
E S PACIO EXCLUSIVO
Si consideramos que el hecho de tener un hogar incluye la necesidad de poder disfrutar de un espacio exclusivo (no compartido por obligación), que garantice nuestro derecho a la intimidad y facilite nuestras relaciones sociales, y que además reúna unas mínimas condiciones en relación con el espacio, la higiene y los servicios, tendríamos que añadir al número anteriormente citado el de aquellas personas que viven en alojamientos precarios (locales “ocupados”, pensiones ínfimas, en casa de amigos o familiares de manera temporal, en caravanas situadas en emplazamientos ilegales, etc.).
La persona sin hogar no nace, se hace. Es una situación a la que se llega por una serie de circunstancias que se encadenan. Las causas inmediatas son las que provienen de la pérdida de los tres soportes fundamentales que mantienen la vida de una persona: económico, afectivo y espiritual. El soporte económico se pierde por falta de trabajo, jubilación anticipada, pensión insuficiente, ruina empresarial, etc. El soporte afectivo falta en caso de ruptura conyugal, violencia domestica, disputas familiares, pérdida de amigos y de apoyo social después de crisis personales o por traslado de ciudad… El soporte espiritual se tambalea en las crisis psicológicas que pueden acompañar a etapas de la adolescencia, consumo de alcohol o drogas, ludopatía, enfermedad mental, etc. Habría que añadir aquí un nuevo soporte: el que
deben proporcionar las instituciones, y que no se da, en muchos casos, a la salida de la cárcel, de hospitales psiquiátricos y orfelinatos.
De la escasa participación de las Administraciones, nos da cuenta el hecho de que el 73% de los centros que atienden a las personas sin hogar son de titularidad privada, siendo las personas que trabajan en ellos voluntarios en su mayoría. La inversión pública en estos centros ha disminuido en cinco años de 18 a 12 euros por persona y día. Las prestaciones más frecuentes son la acogida, alojamiento, orientación y alimentación, siendo muy escasas las dirigidas a lograr la inserción social (talleres, orientación laboral y psicológica...).