jueves, 8 de mayo de 2008

La lucha contra la miseria es la prioridad económica elemental

Todo sistema económico debe colocar al frente de sus prioridades la lucha contra la miseria. Nadie debe pasar hambre, nadie debe dormir a la intemperie, nadie debe pasar frío, nadie debe sufrir una enfermedad sin recibir atención.
La miseria es el estrato más bajo de pobreza. Consideramos que viven en la miseria aquellas personas a las que les falta comida, techo, vestido o atención sanitaria. La inaccesibilidad a la educación y al trabajo son también causas de la miseria, y cualquier estrategia de actuación a medio plazo debe contemplar ambos problemas.
Las personas que viven en la miseria se ven sumidas en una lucha diaria por la supervivencia y contra la exclusión social que les hunde aún más en esa miseria. Esta es una tragedia cada vez más extendida que nadie debería ignorar.
La miseria siempre ha existido, pero actualmente ya no es un problema propiamente económico. Es decir, no es un problema de balanza de pagos, ni de políticas fiscales, ni de promoción de exportaciones, ni de sustitución de importaciones, ni de modelos productivos ni nada de eso.
El problema de la miseria es de carácter ético. Lo que se requiere para resolverlo es la voluntad política para quererlo resolver.
Hoy sabemos que con un minúsculo porcentaje del dinero que manejan los gobiernos en sus presupuestos de defensa o las corporaciones en sus especulaciones financieras habría recursos suficientes para eradicar la miseria. Pero ni gobiernos ni corporaciones tienen este punto como prioritario en su agenda.
También sabemos que buena parte de las ayudas aprobadas se pierden en los pasillos de la burocracia y la corrupción tanto en los países emisores como en los receptores de las ayudas.
Hay muchas cosas que podemos hacer con voluntad y ética, y cualquiera de ellas será posiblemente preferible a ignorar el problema o encogerse de brazos.
A nivel individual podemos ser conscientes de las dimensiones de la miseria, en el mundo y sobretodo en nuestro entorno inmediato. También podemos conocer y contribuir a mejorar las medidas que se estén tomando a nivel local. Y sobretodo podemos colaborar creando vínculos y relaciones tendientes a eradicar la exclusión social, el factor más cruel de la miseria.
A nivel colectivo debemos buscar vías de presión para que los gobiernos prioricen la eradicación de la miseria en sus presupuestos. Al fin y al cabo gestionan un capital y unos recursos públicos que compartimos. También deben existir maneras de presionar al capital privado. Al fin y al cabo unos y otros existen gracias a que existimos como contribuyentes y consumidores.
Por lo que respecta a las políticas económicas a medio plazo, seguramente se pueden ensayar modelos de distribución que garanticen repartos de riqueza que permitan vivir a todos con dignidad. Dar con estos modelos requiere investigación y recursos, pero si se están encontrando recursos para la investigación genética o la carrera espacial... ¿Qué argumentos hay para no destinarlos a la lucha contra la miseria?
Una vez más, la puerta cerrada se encuentra en el ámbito de la ética y los intereses, y no en el de la estricta economía. Porque ¿a quién le conviene que se encuentren esos modelos económicos de mejor distribución de riqueza? Por supuesto no a quienes se están enriqueciendo con los actuales modelos.