martes, 6 de mayo de 2008

Un techo por derecho


Según Cáritas, en España hay cerca de 30.000 personas sin techo

La celebración del día de los “sin techo”, el domingo 21, nos proporciona una buena ocasión para reflexionar sobre la grave situación por la que atraviesa un gran número de personas, a pesar de su condición de ciudadanos de pleno derecho de un país económicamente desarrollado como es el nuestro. Una persona sin techo es aquella que carece y no tiene acceso a un alojamiento digno, estable y adecuado a su situación. Según esta definición, las personas a las que nos referimos no quedan reducidas solamente a los que viven literalmente en la calle, alternando con albergues nocturnos (“sin techo”), y a aquellas otras que están sin casa porque, por diversas circunstancias, se ven forzados a vivir en instituciones, centros de acogida o refugio, pisos tutelados, etc. Las cerca de 30.000 personas que, según el último estudio de Cáritas, se encuentran en esta situación en España, son solamente la punta de un iceberg sumergido de dimensiones bastante mayores.
E S PACIO EXCLUSIVO
Si consideramos que el hecho de tener un hogar incluye la necesidad de poder disfrutar de un espacio exclusivo (no compartido por obligación), que garantice nuestro derecho a la intimidad y facilite nuestras relaciones sociales, y que además reúna unas mínimas condiciones en relación con el espacio, la higiene y los servicios, tendríamos que añadir al número anteriormente citado el de aquellas personas que viven en alojamientos precarios (locales “ocupados”, pensiones ínfimas, en casa de amigos o familiares de manera temporal, en caravanas situadas en emplazamientos ilegales, etc.).
La persona sin hogar no nace, se hace. Es una situación a la que se llega por una serie de circunstancias que se encadenan. Las causas inmediatas son las que provienen de la pérdida de los tres soportes fundamentales que mantienen la vida de una persona: económico, afectivo y espiritual. El soporte económico se pierde por falta de trabajo, jubilación anticipada, pensión insuficiente, ruina empresarial, etc. El soporte afectivo falta en caso de ruptura conyugal, violencia domestica, disputas familiares, pérdida de amigos y de apoyo social después de crisis personales o por traslado de ciudad… El soporte espiritual se tambalea en las crisis psicológicas que pueden acompañar a etapas de la adolescencia, consumo de alcohol o drogas, ludopatía, enfermedad mental, etc. Habría que añadir aquí un nuevo soporte: el que
deben proporcionar las instituciones, y que no se da, en muchos casos, a la salida de la cárcel, de hospitales psiquiátricos y orfelinatos.
De la escasa participación de las Administraciones, nos da cuenta el hecho de que el 73% de los centros que atienden a las personas sin hogar son de titularidad privada, siendo las personas que trabajan en ellos voluntarios en su mayoría. La inversión pública en estos centros ha disminuido en cinco años de 18 a 12 euros por persona y día. Las prestaciones más frecuentes son la acogida, alojamiento, orientación y alimentación, siendo muy escasas las dirigidas a lograr la inserción social (talleres, orientación laboral y psicológica...).

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